jueves, 10 de abril de 2008

Inspiración accidentada




La última requisa fue el inicio de mi guerra contra el olvido. No les importó que dejara de lado mi orgullo de hombre y me muestre débil, vulnerable... enamorado. Luego me vi sentado en una esquina de aquel infernal lugar donde paso los días charlando con roedores y golpeando la cabeza contra la pared.

Oscurecía y mientras el ocaso era espectáculo para algunos para mi era el inicio del fin. Notaba que tras el vigésimo golpe contra la pared, las gotas de sangre recorrían mi rostro y se impregnaban entre los harapos, se mezclaban con las lágrimas, se metían en mi alma. Me lamentaba no haber sido más astuto; no haber escabullido mejor su foto, no haber escarbado más el agujero. Su agujero. La posada donde pasaría “el resto de mis días junto a mi”. Y es que ella ya no tenía días. Yo se los quité. Egoísta, y violentamente se los quité. Fue una noche en que la lluvia golpeaba fuertemente contra las calaminas de aquel recóndito lugar. Aquel que era nuestro sitio del amor. De eso, ahora sólo recuerdos...

Revivía la escena en mi cabeza cada tarde a las seis...

Ella contoneándose desnuda, saboreando el sabor de su reciente infidelidad mientras yo trataba de controlar el demonio que recorría por mi sangre y la hacía hervir ... Me contuve los segundos suficientes como para mirarla completamente y admirar por última vez su belleza que ahora era de otro. Belleza ajena. Bellaza hiriente.

Ella tocándose toda, sonriendo como si reviviera su último orgasmo, como si reviviera el bacanal del que había sido presa escasos minutos atrás.-

Él se colocaba el zapato izquierdo. Unos de charol, de esos de feria lujosa. Tenía pinta de cuarentón, pero de seguro el espíritu y la fogosidad de uno de 20. De otra manera no podría explicarme porqué lo escogió a él.- Quizá era mi orgullo de hombre el que me llevaba a pensar así. No lo sé. No lo quiero saber.


Recuerdo la escena como si yo mismo la hubiera vivido, la diferencia es que no era así, yo ahí era solo un cornudo espectador, un herido ex amor.

Ella tenía 33. Yo 40. Ella era doncella y yo un imbecil intentando ser lo que ella quisiera. Pero no bastó. Nunca basta. Ni las joyas, ni las flores, ni los autos, ni la casa...ni mi amor.

Ella era carcasa. Yo era esencia. Mala combinación.

Recuerdo nuevamente...

Él alimentaba más mi odio, mi sangre quemaba, el corazón latía rápido, los ojos desorbitados, la adrenalina me invadía por completo.. iba poco a poco perdiendo la conciencia, la razón, el control.

Me desconocí, me descontrolé y arremetí contra los dos. A él sólo alcancé a romperle la cabeza pero con ella me tomé el tiempo suficiente para hacerla sufrir y hacerle pagar uno a uno los segundos que me hizo infeliz.

La tomé del cuello, la besé, la recorrí y la toqué mientras le gritaba: “ Esto es lo que quieres no?

Por primera vez, desde que la besé por primera vez hace 4 años ya no la sentí mujer. La sentí puta. La sentí sucia, inmoral... en realidad ya no la sentí.

Es ahora, cuando la oscuridad penetra estos escasos 2 metros cuadrados que empiezo a tragar saliva con dificultad y los recuerdos me rastrillan poco a poco la tranquilidad. Pensé que había hecho lo correcto, que ella merecía haber sufrido todo ese dolor y mucho más, pero ahora entiendo que me equivoqué...


- - - - -