viernes, 13 de junio de 2008

El miedo de perderte, la inmensidad de tenerte!


Galopaba sin ser caballito ni de carrusel, ni de totora ni, de verdad. Digo galopaba por la manera como movía las patitas y por cómo corría. Eran las cuatro de la tarde y hasta el momento todo había sucedido como de costumbre. Esa costumbre que me invita siempre a tomar la misma ruta mientras pronuncio las mismas palabras en mi afán de educar a este pequeño cuadrúpedo: “Despacio Nacho, despacio.”

Nacho es mi perro, o bueno al menos le digo “mi” por el derecho que supongo que implícitamente se me otorgó desde el día que llego a nuestra casa producto de las taras de mi hermano mayor que, no teniendo nada más que hacer en su calidad de jefe de campamento, pasa horas y horas frente a esa pantalla matriz que muchos llamamos computadora y que otros llaman mejor amiga, y que fue la que le permitió, en una de sus eternas búsquedas de muñequitos estúpidos para su colección personal de Star Wars, se tope con un aviso pequeñito que anunciaba lo siguiente:” Vendo cachorro de Shar Pei, dos meses. $200.” Y acompañando esto una pequeña foto a color que de seguro cautivaba a cualquiera que pose sus ojos sobre ella. Ese cualquiera fue mi hermano, y la foto era Nacho recién nacido. Parecía un pionono – tal como alguna vez me dijo un hombrecito de cabellos ensortijados. Era un pionono bonito, pequeñito, arrugado y de color marrón clarito como de crayón.

Y bueno regresando a lo anterior, también podría decir que esa pequeña palabra de dos letras “m – i” son la única factura que le paso a cambio del cariño que desprendo desinteresadamente hacia él. Además, por último, hubieron días en los que formé parte de la PEA y sintiendo orgullo de lo que eso significaba y pese a que me costó la abstinencia de comprar muchas cosas que hubiera querido, también colaboré con el 20% del costo total de las exageradas facturas que llegaban a casa como consecuencia de los cuidados de nuestra querida y ya mencionada mascota.

Cerrando el paréntesis y volviendo a la historia del comienzo continúo. Ya estábamos – mi primo, Nacho y yo- próximos a llegar al pequeño parque de la vuelta de mi casa que para mi pequeño peludo es como su Edén personal; y es que él, aun en calidad de perro, las tenía clarísimas. Sabía que ni bien pisara la cera de la esquina del ya conocido parque, dispondríamos quitarle la cadena para que siquiera por algunos minutos se sintiera el rey del mundo y corriera con la libertad de un antípole. Preso de la emoción que le generaba esta libertad se apresuró a desplazarse por todo el parque y seguidamente a dejar un aviso :” Este es mi territorio.” Tinta: Su pichi.

- Otro paréntesis- Al respecto mencionaré que en casa todos nos encontrábamos contentos opinando sobre lo inteligente que era nuestro perro ya que luego de casi 6 meses y sin necesidad de que nadie le enseñe aprendió que si se aguantaba la pichi y la cakis, y no ensuciaba la cocina, alguien lo sacaría a pasear al paraíso: La calle. Este milagro venía sucediendo desde hacía ya 5 días (Bendito Domingo 8, Lunes, Martes, Miércoles y ayer Jueves. Maldito Jueves) y si le digo milagro es con motivo: Nacho había sido objeto de burla de un hombre de tez oscura, de un gato chinchano ( ¿ saben por qué gato chinchano? Porque si lo sazonas bien pasa como cabrito! Jeje) y es que este gato , cada vez que podía, me sacaba en cara que su perrita Zazá, que era más pequeña que Nacho, si sabía hacer sus “necesidades” en la calle mientras que mi perro la máxima osadía que había tenido era la de olfatear residuos ajenos, excremento callejero. Como respuesta yo siempre tenía una teoría:” Lo que pasa es que mi perro es tan educado que como se le ha enseñado que las necesidades se hacen sobre el papel periódico y el acá ve pasto entonces se aguanta y no hace” teoría que por cierto me daba cólera porque en realidad esperaba con ansias el día en que yo pudiera decir:” Mi perro ya es grande, mi perro ya aprendió que la caquita se hace en la calle” ... ahora que aprendió y luego de lo que sucedió me arrepiento...


Regreso a la historia... El cachetón, Nacho, se encontraba una vez más haciendo gala y siendo el show de los transeúntes que pasaban por ahí. Se paraba, posaba un poco y daba aires de grandeza y de ser un perro que merecía ser temido y respetado por su contextura, por sus pasos precisos y seguros y por los ladridos que a cuestas salían de su hocico pero que más parecían estornudos. Cosas que por cierto a mi me causaban risa ya que yo tenía más que claro que mi perro no dañaba ni a las hormigas y lo que me llevaba a pensar de que si a veces caminaba tan gracioso era porque en realidad no quería ni pisarlas. Esta teoría de pasividad quedó malditamente comprobada escasos minutos después: Nacho seguía corriendo, olfateando, marcando territorio, jugueteando con nosotros hasta que de pronto su curiosidad lo llevo al borde del abismo. Osó acercarse a una casa donde era conocido que habían perros, tres siberianos y otro más pequeño, y posó su hocico en la reja que limitaba la salida de esas fieras, las cuales sin dar tiempo siquiera a que mi Nacho pestañee se zamparon sobre su cabeza, su lomo y su pata y como quien tiene al demonio dentro lo zarandearon de los pellejos mientras mi primo, su dueño y yo hacíamos inservibles esfuerzos por separarlos. Fueron los dos minutos más horribles de mi vida – a parte de la sensación que me produjo pasar sola el pasado terremoto del 15 de agosto en mi ex casita de adobe-, fueron dos minutos que parecieron diez y lo suficientemente horribles como para generar en mi la idea de que mi bebito se iba a morir en manos, o mejor dicho , en hocicos de esos 3 depredadores que parecía que luchaban por obtener el pedazo más grande de sus pellejos...

Gracias a la pisadas de cabeza, patadones y correazos que en conjunto direccionamos hacia “los malditos” logramos que Nacho se safara y a penas lo vimos mi primito pronunció las palabras precisas como para generar pánico en cualquiera: “ Paula, mira se le está saliendo el cerebro!!!!” ( lo decía por algunas cosas blancas que se le chorreaban de toda la cabeza). Como entenderán yo estaba pasmada oyendo como mi perro chillaba y los transeúntes pasaban ajenos a mi dolor, a mi miedo, a mi preocupación... Y Nacho ahí parado, asustado, con huecos que hacían parecer que hubiera sido un sobreviviente de una guerra contra los espartanos. Aunque claro estos no habían sido 300, pero sí 3 lo suficientemente salvajes como para deslonjar a mi perrito.

Luego de esto hubo un cruce de palabras, de miradas... hubieron silencios, curiosos. Hubo de todo, hasta que alguien que pasaba por ahí me decía “llévate ya al veterinario, llévatelo ya...” Obedecí. Regresé corriendo a casa ha avisar lo sucedido a mi hermana y a mi tía y a pedir apoyo con dinero. Ya con 200 soles en mano, salimos en busca de un taxi. Un HDP (Hijo de puta, para quienes no entiendan) que osa hacer servicio de taxi se vino a dar de lujos con su apestoso carro negro y ante mi suplica de que nos lleve al veterinario porque mi perro necesitaba que lo chequeen urgente me dijo:” uy no la sangre va a chorrearse en mi carro, no no , no los llevo” y se marchó. Luego un tico amarillo amablemente y al ver nuestras caras de preocupación accedió. Nacho estaba ahí tan desconcertado como mi primo y yo que aun no asimilábamos el hecho de que escasos minutos atrás todo estaba normal, nacho corría feliz y a nosotros no nos invadía esa terrible sensación de angustia del momento. Yo abrazaba fuerte a nacho mientras lo sostenía sobre mis piernas evitando así que se siga sacudiendo y que la sangre se siga regando por el carro, por mi ropa, por mis manos, por mi cara.... Llegamos y una vez dentro sentía desesperación al ver que la gente se movía con la pasividad de una tortuga mientras mi perro observaba con la cabeza partida y la oreja casi colgada por el piso...Luego vino la parte fea, los pinchazos para sacarle sangre y luego doparlo y verlo pasar en brazos de Arturo, el ayudante del veterinario, todo caído, desparramado por los efectos de la anestesia... después de eso no vimos más. Se lo llevaron al segundo piso a suturarlo y ver que tan grave era la situación...A la hora bajó el gordito, el veterinario de turno y dijo que todo estaba peor de lo que había pensado en un comienzo, dijo que Nacho tenía la cabeza destrozada y habían partes que habían sido dañadas de manera irreparable lo que significaba que se las iban a tener que quitar, a parte tenía mordiscos en el lomo y las patitas.. seguidamente soltó otro dardo. Mínimo, sólo la saturación, va salir como 350 soles sin contar medicamentos, y su estadía aquí...

Después de eso salí del veterinario, ya no me sentía bien como para seguir oyendo el estado grave de mi perro. Salí con mi primo rumbo a casa aprovechando que mi mamá y su amiga habían ido a hacernos la posta y quedarse con Nacho. Caminaba y pensaba en el papel que me habían hecho firmar cuando llegué:” La veterinaria no le asegura que su perro salga con vida...” nunca unas palabras me habían revoloteado tanto en la cabeza. Nunca. Es ahí donde realmente comprendí el gran amor que siento hacia esa bola de pelos que todas las mañanas me despierta con su respiración en mi cara, como quien quiere ser un despertador sin sonido pero si con olor a macho y con un plus: un soplador de aliento, con reciente olor a comida, en la cara.

Ya en el micro estuve más tranquila, . Luego...llegué a casa con lágrimas en los ojos luego de haber conversado con el dueño de los salvajes y haber recreado la escena y las palabras de ese papel... sumado a esto la reiteración de palabras que venían a mi debido a las preguntas de mi tía y mi hermana que querían que nuevamente les cuente toda la historia...que tristeza la que sentía. Todo por un descuido, por una imprudencia mutua y para completarla por la ingenuidad de mi perrito que es un huevón y que tiene la errónea idea de que todos los perros son sus amigos...Bah, macho tenía que ser!

....

Hoy, 11:50 am, me encuentro sola en casa. Opté por no ir a la universidad. No tengo ánimos. Escucho ladridos y no son los que realmente quisiera escuchar. Mi bebé no está. Sólo un camino de pelos me indican que horas antes ( el día de ayer) él estuvo echado en el mueble violando las normas que mamá puso en casa de que estaba terminantemente prohibido que se suba al sillón, desde el día en que descubrimos que este pequeño pionono andante aprovechaba nuestras ausencias para hacer de las suyas y llegar hasta la ventana para ladrar, esperando seguro que Petunia, la perrita de al lado, lo venga a rescatar de su soledad. Nacho no está y lo extraño.

Extraño sus quecos de engreimiento, extraño su patita rascándome el pantalón seguido de los revoltijos que daba boca arriba esperado así captar mi atención y provocarme la ternura necesaria como para que decida rascarle la pancita hasta generar en él esas cosquillitas que le hacen mover la patita graciosamente.

Extraño la baba que acostumbradamente deja en mi ropa cada vez que cariñosamente se acerca luego de haber bebido agua de su posillo de metal.

Ahora me detengo y recuerdo un poco los días que me alocaba, lo cargaba en mis brazos y lo llevaba en micro a recorrer la ciudad. Destino: La casa de los Patochitos, lugar donde por cierto no era recibido con la mejor cara de mi abuelo debido a los anticuerpos él que tenía hacia los perros, pero de donde, debido al carisma de este peludo y a esas ganas que provoca en uno de apachurrarlo por lo rolludo que se ve, salía con mas de una caricia y un mimo en su cuenta.

Nacho, chancho, bebé o amor, esos son los nombres que utilizo para llamarlo. Cada uno tiene un contexto y una situación. Por ejemplo: Nacho es comúnmente utilizado por todos cuando es necesario ejercer autoridad y demostrar quién es el que manda en casa. Y es que a veces este perrito que creo que sufre de dosis de olvido hace gala de sus peores modales y riega las consecuencias de sus comidas por cualquier lugar de la cocina.
Chancho es comúnmente usado luego de haber oído los sonidos que extrañamente produce debido a la conformación ósea de su hocico y por los pliegues enormes que le dificultan la respiración – he aquí la explicación de su churrísimo veterinario =) –

Bebé, cuando llegamos a casa y el empieza a dar brinquitos como loco, cuando se engríe y babea como loco y amor cuando se pone cariñoso, se revuelca, se retuerce... cuando corre tras su “bebito” que es un peluche de hipopótamo que le regalo la Sexi por navidad. Claro ahora ese hipopótamo parece una tortuga porque ya perdió las orejas de tanto mordisco pero igual así para Nacho ese peluche es un contento...

Bueno son casi la 1...y vuelvo a ver el espacio vacío que dejó mi peluche rolludo y andante.. su cucha ( la mantita donde duerme) está vacía, su hueso está tirado extrañando sus mordidas, su bebito como nunca se ha sentado a esperar que le arranquen otra parte del lanudo cuerpo..

Concluyo y pienso: Esta madrugada los vecinos de seguro durmieron tranquilos: nadie ladró. En cambio, yo no dormí. Es la primera noche que hemos pasado separados desde el 11 de diciembre que llego a casa a iluminarnos con sus ocurrencias, sus ladridos, sus babeados, sus engreimientos y sus robadas de show. Y aunque cuento con la certeza del veterinario de que estará bien, me mantiene insatisfecha la ausencia de sus lamidas en mi cara y de sus mordidas en mi pie. Aquí te esperamos mi amor. Me mantiene tranquila la certeza de que en unas cuantas horas estarás de regreso a casa y aunque parezcas un veterano de guerra lo único que recibirás de mi parte será abundante y purito, purito amor...

pd: Me olvidé mencionar que ayer 12 de junio, el día del terrible ataque mi bebe cumplía 8 meses!!.. pueden creerlo?... miren lo que recibió de regalo....=(